Que no se haya podido conseguir el objetivo de mantener la categoría nacional no debe ser óbice para tratar de escamotearse de la responsabilidad que a cada uno concierne el pertenecer a un club, a un club como el caspolino, con noventa y cinco años de historia.
No es la primera vez que un equipo del Club Deportivo Caspe desciende de categoría, esto es una competición y como tal, todos, los veinte equipos, estaban al comienzo de la campaña con la misma expectativa.
Como dice el entrenador caspolino, todo el mundo merece un respeto comenzando por uno mismo. Otros equipos están todavía en danza y con ellos también hay que bailar.
Mencionaba Carlos Burillo en sus últimas declaraciones que el equipo se diluía cuando se topaba con un hecho adverso. No es para menos y también lo es comprensible, pero al mismo tiempo debe servir de acicate para tratar de sobreponerse a la desdicha y mirar hacia adelante.
Y este próximo fin de semana, el conjunto caspolino tiene un nuevo desafío que cumplir, visita el Isidro Calderón de Monzón para enfrentarse a un equipo que prácticamente tiene el billete de la Tercera en su mano.
El Atlético Monzón ha logrado veinte puntos en la primera vuelta y otros tantos en la segunda, que le hacen sumar lo preciados cuarenta puntos que todo equipo sueña en el mes de septiembre. Viene de empatar en Almudévar y solo tiene un pequeñísimo riesgo de ocupar una de las dos plazas que todavía quedan para la Preferente. Aun así, querrá despedirse de su afición esta temporada con victoria.
En el anecdotario futbolístico quedan las treinta veces que ambos clubes se han enfrentado a lo largo de la historia, con cuatro victorias para caspolinos, diecinueve para montisonenses y siete empates: el último, la campaña pasada a cero goles.